18 C
Resistencia
13 septiembre, 2024

“Un pacto de silencio hacia el interior del peronismo que revela complicidad”

La pesadilla de Olivos es un fantasma que no terminó de golpear al peronismo cuando intentaba sacudirse de la fracasada gestión de Alberto Fernández, que le costó al “Frente de Todos” una derrota electoral sin precedentes. En aquel momento, cuando las imágenes de la Fiesta de Olivos en plena pandemia, se hicieron virales semanas antes de las PASO, significó la condena de toda posibilidad del kirchnerismo de reelegirse.

Pero lo que parecía ser solo una cerrazón, terminósiendo la punta de un iceberg, cuya colisión no pudo medir un peronismo que buscaba desembarazarse de Alberto Fernández, al que habían cobijado hacia la presidencia, del país y de su propio partido.

La plana mayor del PJ ya lo había condenado al ostracismo, cuando lo forzaron a pedir licencia. Desde Cristina Kirchner y Sergio Massa que operaban desde las sombras, o un Axel Kicillof que se presenta como la contracara de Javier Milei, no consideraban su futuro político junto al expresidente. Pero “la pesadilla de Olivos” volvió a irrumpir para frustrar esos planes.

En las tres semanas de alta conmoción que lleva el escándalo que rodea a Alberto Fernández generado por las filtraciones de mensajes, videos subidos de tonos en el palacio presidencial, y la denuncia por violencia de género que radicó la ex primera dama, Fabiola Yañezdejó expuesto el relato de un peronismo corporativista que agitó las banderas de género, mientras su máximo exponente violentaba a su mujer en el palacio presidencial.

Tras el escándalo, las reacciones públicas de las figuras más influyentes del PJ no tardaron en salir.  Sin autocrítica y con citas autorreferenciales, Cristina Fernández de Kirchner arremetió contra quien fue suprotegido y compañero de fórmula. También lo hizo La Cámpora, que intentó victimizar a Cristina prácticamente al mismo nivel de Fabiola, en un intento de despegarla de Alberto Fernández. Por su parte, el gobernador bonaerense se declaró en estado de shock, apelando a la rápida actuación de la justicia.

La renuncia forzada de Alberto Fernández a la presidencia del PJ frenó los reclamos internos y le sirvió al conjunto de la dirigencia para despojar a Fernández de la marca peronista.

Aun cuando la plana mayor del PJ han salido a despegarse y a condenar al exvicepresidente, ¿Qué se esconde detrás del silencio ensordecedor del peronismo formoseño? 

Una provincia a la altura de Alberto Fernández

En Formosa, uno de los bastiones del peronismo en el país, no han trascendido manifestaciones oficiales, niexpresiones de condena por parte de sus exponentes locales, empezando por Gildo Insfrán. Este silencio esquivo evidencia un pacto implícito de complicidad que merece ser cuestionado.

Si de violencia se habla, el peronismo formoseño lleva anotadas todas las denuncias por violaciones a los derechos humanos. Desde el abuso de poder de los funcionarios, hasta el uso de la fuerza represiva del Estado, se convirtieron en la regla para imponer unorden ideológico, callar voces y perseguir al que piensa distinto.

Esta connivencia con la violencia, también incluye la actitud cómplice de aquellas funcionarias mujeres queocupan secretarias, ministerios y cargos legislativos, pero que no hicieron nada cada vez que denunciamos violencia institucional, y callan cada vez que la violencia explota hacia dentro de su propio movimiento.

Sumisas, aplaudidoras y cómplices

Solo por nombrar un ejemplo, en Formosa, cada celebración por el Dia de la Mujer se convierta en tribuna política para que el protagonista principal y excluyente sea Gildo Insfran, único orador de un actodonde las mujeres no tienen voz, y están relegadas a la tribuna, a ser aplaudidoras. Símbolo de una cultura patriarcal y machista cimentada desde el poder que se oculta detrás de un discurso feminista.

Así como no es casual, que ninguna de estas funcionarias militantes al frente de organismos, como la Secretaría de La Mujer, que solo aparecen en los actos políticos para llamarse “Guardianas del Modelo Formoseño”, tampoco sorprende que no hayan expresado su condena hacia la violencia de genero que enfrenta el candidato que militaron y vistieron de feminista. Ni siquiera para despegarse.

La falta de reacción de estas funcionarias, no solo revela una doble moral, sino que también pone en evidencia una peligrosa complicidad con las conductas denunciadas. Un acto de traición hacia todas aquellas mujeres que pusieron su confianza en la política para obtener justicia y protección. Al mismo tiempo que alimentan el descredito de los organismos que dirigen.

Está claro que, para el activismo peronista, las banderas de la lucha contra la violencia de género y el abuso de poder son negociable cuando los acusados son aliados políticos.

Hacia donde vamos

La hipocresía, el relato y la doble moral han degradado moralmente a la política argentina en los últimos 20 años, sembrando el descredito total y la desconfianza hacia las instituciones. Es que no hubo banderas que no destruyera el Kirchnerismo en su afán de cooptar todo a su paso.

Y aunque parezca un clima de fin de ciclo, todavía resiste de pie el mejor experimento del kirchnerismo en la Formosa de Insfrán. Una república que se rompe cruzando el Bermejo. Infranqueable a los vientos de cambios, pero también a las tormentas que sacuden a su propio partido.

Quedará en manos de los que predican terminar con la casta para construir una “nueva” Argentina, empezar por terminar con la corrupción y la perpetuidad en el poder de estos regímenes populistas. Pero la verdad, que hay cosas que algunos elegimos no dejar librado al destino.

Por Julieta Gonzalez

Periodista y Abogada

Últimas Noticias
NOTICIAS RELACIONADAS