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5 noviembre, 2024

Una opereta sobre el dinero y las locuras que se hacen cuando falta: La viuda alegre llega al Colón

La viuda alegre es uno de los últimos grandes ejemplos de un arte muy popular en la segunda mitad del siglo XIX: la opereta vienesa. Una nueva puesta se verá en el Teatro Colón a partir de este martes 26 de septiembre.

Producida por primera vez en 1905, la música de La viuda alegre es del compositor austrohúngaro Franz Lehár y el libreto de Víctor Léon y Leo Stein, basado en la comedia L’attaché d’ambassade de Henri Meilhac.

La opereta fue durante mucho tiempo un género subestimado, considerado una pieza de entretenimiento que no valía la pena tomarse en serio. Pero lo cierto es que se trata de género distinto, con su propia historia colorida y perfil artístico.

Opereta significa «pequeña ópera», porque en general son obras más cortas que las óperas, especialmente en sus inicios, muchas fueron escritas para ser representadas en un solo acto, aunque no es el caso de La viuda alegre que tiene tres.

Las óperas pueden abordar temas grandiosos y trágicos; las operetas, en cambio, son ligeras y cómicas. Además de la diferencia de tono, por lo general, las operetas se centran en historias sentimentales y románticas plagadas de sátira y humor ingenuo: peleas de amantes, identidades cambiadas, grandes y brillantes fiestas.

Un matrimonio por conveniencia

Un ensayo de la puesta de Un ensayo de la puesta de «La viuda alegre». La opereta, en esta versión, está ambientada en los años ’50. Foto: Prensa Teatro Colón/Máximo ParpagnoliLa viuda alegre cuenta la historia del diplomático Barón Zeta, que para salvar su ducado de la quiebra arma un matrimonio entre el Conde Danilo Danilowitsch, un barón en decadencia, y su ex amante, la millonaria francesa Hanna Glawari.

El regisseur Damiano Michieletto, a cargo de la puesta que se verá en el Teatro Colón el miércoles, tiene una lectura particular de la obra, de la que conservó su idioma alemán original, y creó una versión que apunta a dirigirse a la audiencia actual.

La viuda alegre es una historia sobre el dinero y sobre las quiebras”, dice el director vía telefónica desde Milán.

“Esta historia no es dramática. Es una historia muy ligera y llena de fantasía e imaginación. Hay un Estado pequeño, que es una invención, y en ese Estado hay una crisis financiera; por cierto, algo muy común también en nuestros días. Y la crisis financiera significa que hay que encontrar una solución. Por supuesto que la forma en que la historia nos habla es a través de la comedia y de la fantasía. Pero al final es una historia sobre el dinero”.

Hanna Glawari es el centro de atención por su fortuna heredada y, aunque es el personaje central de la historia, Michieletto eligió enfocarse en otro punto.

“Ganar y hacer dinero es lo central de esta historia. Y todas las locuras que pueden pasar cuando el dinero falta. Y, además, la historia de amor al final también se reduce al dinero. Cuando Hanna y Danilo se van juntos, y todo termina, no es porque se concreta una historia de amor, sino porque por fin Pontevedro, el país imaginario, obtuvo el dinero de la Hanna y no entró en quiebra», sigue el regisseur.

«Es una historia muy pintoresca, porque básicamente todo se hace sólo para conseguir el dinero de esta viuda feliz”.

Desde su estreno a comienzos del siglo XX, la obra que recrea París de la belle époque, el can-can, el restaurante Maxim’s y el burbujeante champagne, arrancó varias sonrisas.

«La viuda alegre», la divertida opereta de Franz Lehár, hará seis funciones. Foto: Prensa Teatro Colón/Máximo ParpagnoliEn la producción de Michieletto, lejos de la París de la belle époque, la acción se desarrolla en los años ’50, en un pequeño pueblo donde todos se conocen y sólo hay un banco a punto de quebrar. El clima del pueblo tiene la atmósfera del sueño americano.

“Es una época ideal los ’50. Todo parecía ser perfecto después de la Segunda Guerra -explica Michieletto-, la era dorada del sueño americano, donde todos podían ser ricos, tener una oportunidad, y se apostaba a la democracia como promesa de un cambio de vida. También hay mucho sabor italiano por la forma de usar la pequeña orquesta en el escenario”.

El sueño de la felicidad para todos contrasta en el pequeño pueblo con la amenaza de quiebra del banco y todos los habitantes se involucran para encontrar una solución.

Bailando rock and roll en el Colón

En este contexto, el escenario es ocupado en algún momento por jóvenes que bailan rock and roll, mientras en la orquesta suenan polcas, mazurcas y valses.

“Creo que aquí el ambiente de la década del ’50 da la oportunidad también de utilizar el estilo coreográfico de esa época. Y creo que el tipo de música muy rápida y furiosa que está presente en la obra funciona muy bien con el estilo de esos años”, señaló el director.

Después de todo, una de las características de la opereta es su cercanía con el musical: el estilo de canto liviano y líneas melódicas, el tipo de coreografías y situaciones de entretenimiento divertido, y la alternancia entre el canto y el diálogo hablado.

Hace 12 años que no sube al Colón una puesta de Hace 12 años que no sube al Colón una puesta de «La viuda alegre». Foto: Prensa Teatro Colón/Máximo ParpagnoliTan emparentados están ambos géneros que a veces resulta difícil determinar si se trata de una opereta o un musical, como podría pasar con muchas de las obras de Rodgers y Hammerstein.

Pasaron doce años desde la última puesta de La viuda alegre en el Teatro Colón. La nueva producción de Michieletto se da en el contexto de una revalorización de la opereta.

Barrie Kosky, ex director de la Komische Oper Berlin (el Teatro Colón estrenó este año su inolvidable producción de La flauta mágica de Mozart) tuvo bastante que ver en el resurgimiento del género.

“Tal vez estemos entendiendo que hay un prejuicio y estamos empezando a liberarnos. Y, por fin, podemos disfrutar de la opereta por la belleza que en sí misma tiene. También por la forma en que se escenifica, sin prejuicios, haciéndola explosiva, emocional, fuera de lo común. Y creo que esa es la forma correcta de acercarse a la opereta”, concluyó Michieletto.

Al contrario de lo que se piensa, según el director veneciano, puede ser mucho más difícil a veces poner en escena una opereta que una ópera porque hay más ingredientes en juego para considerar: los diálogos, las coreografías no tan presentes en una ópera.

Más allá del fenómeno de resurgimiento del género, La viuda alegre todavía tiene algo para decir al público actual. “Trato de no ver la opereta, la ópera, el teatro, o lo que sea, como algo conectado con el pasado. La pregunta es: ¿qué lenguaje crear para que esta historia sea poderosa hoy?”

La música de la opereta en general no ha sido subestimada como sus tramas. Las arias suelen requerir el mismo grado de exigencias para la voz, así como destreza y técnica, que en la ópera.

Damiano Michieletto, el director de la puesta de Damiano Michieletto, el director de la puesta de «La viuda alegre», que se verá en el Colón. Foto: Stefano GuindaniPero las melodías siempre son tarareables y a menudo bailables, y están escritas para ser apreciadas tanto por los aficionados de la ópera como por el público en general.

Alcanza con mencionar el celebérrimo Vals de la viuda alegre cuyo verdadero título es Lippen schweigen (labios en silencio), que se canta y baila en el tercer acto y se incrustó en el corazón del público para siempre.

¿Arte vs. entretenimiento?

“No es una cosa contra la otra, realmente van juntas. El entretenimiento es parte de la historia. Decir ‘oh, esto es arte -con una mayúscula al principio- y esto es sólo entretenimiento estúpido para gente estúpida’, es una manera de pensar muy presuntuosa», asegura el director Damiano Michieletto.

«En el caso de la ópera, se trata de un nivel de entretenimiento muy alto y sofisticado, que se convierte en arte. Muchas óperas fueron escritas para la diversión del público. Así que, el problema es cuando se piensa en entretenimiento como sinónimo de barato o elemental, sin necesidad de alta calidad«.

La soprano Carla Filipcic-Holm, en su rol de Hanna, es la protagonista de La soprano Carla Filipcic-Holm, en su rol de Hanna, es la protagonista de «La viuda alegre». Foto: Prensa Teatro Colón/Máximo Parpagnoli Y concluye: «Si es así, entonces no es un buen entretenimiento. Es muy simple: en el entretenimiento estúpido no hay arte. Existe una forma de ofrecer emociones al público de muy alta calidad. Y lo que el público busca es sentir una emoción cuando va a un teatro. Y si sienten estas emociones, están felices de haber pagado una entrada. A veces creo que lo que llamamos arte es muy aburrido y una forma muy intelectual de comunicar”.

Ficha

La viuda alegre

Música: Franz Lehár Libreto: Victor Léon y Leo Stein, basado en la comedia L’attaché d’ambassade de Henri Meilhac Director de escena: Damiano Michieletto Con: Orquesta y Coro Estable del Teatro Colón Director musical: Jan Latham-Koenig

Elenco: Carla Filipcic-Holm (Hanna), Rafael Fingerlos (Conde Danilo Danilowitsch), Franz Hawlata (Barón Mirko Zeta), Ruth Iniesta (Valencienne), Galeano Salas (Camille de Rosillon) Funciones: martes 26, miércoles 27, jueves 28 y sábado 30 de septiembre a las 20; domingo 1 de octubre a las 17, y martes 3 de octubre a las 20.

WD

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