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Resistencia
6 octubre, 2024

Ricardo, dispuesto a mostrar que no es escopeta de un solo tiro

Aunque el ex Gobernador prefirió dedicar estos días para operar desde Buenos Aires, donde atiende Dios, en la noche del viernes habría llegado a Corrientes con las pilas cargadas. Habrá que ver la estrategia que despliega en el territorio para equilibrar la balanza que, en los hechos, pareciera políticamente volcada en favor de Gustavo Valdés, claramente empeñado y sin retorno en empoderar al Intendente de Ituzaingó como su sucesor. Una carta que estima ganadora y que le asegurará el control del territorio, así como su vigencia a escala nacional en el tiempo definitorio que se viene en la UCR nacional.

Por ahora, hay más interrogantes que certezas. En lo que no hay dudas es en que el partido se desarrolla en medio campo. Un ring en el que hay dos pesos pesados dispuestos a dirimir, más allá de la candidatura a gobernador, quién manda en la alianza gobernante que el año venidero cumplirá 24 años en el poder. Esta quizás sea la pelea de fondo: el poder real en la UCR.

Por un lado, los cabezones del lado de Valdés. La foto del lanzamiento habla por sí sola. Aunque, guardando las distancias, como que Colombi dista mucho de estar a la altura de Carlos Menem, hay que recordar que éste enfrentó a la estructura de todos los gobernadores -con excepción de dos- de la mayor cantidad de intendentes de todo el país y referentes de distrito. Con un trabajo de hormiga, colectó el voto de abajo.

También es cierto que los modos de hacer política han cambiado. Ya no hay la efervescencia militante de la década del 80 con el retorno de la democracia. Hay una base electoral joven que es clara mayoría y predominan las redes sociales, la importancia definitoria de los medios y, más allá de esto, los otros dos elementos que definen una pelea por el poder: aparte de la política y los medios, dos factores determinantes son la Justicia y las situaciones de hecho que -por la vía de la prepotencia de trabajo- modifican los escenarios fácticos. O sea, cuatro andariveles yuxtapuestos que interactúan y en los cuales el manejo de los tiempos y las formas es central. Está claro que no cabe la improvisación. Ganará quien imponga la estrategia en un escenario donde todo tiene que ver con todo.

Sabido es que los tiempos de la Justicia no son los de la política y esto, sin duda, podría marcar la diferencia en la definición de quién de los dos pesos pesados terminará en la lona.

Sin margen para el error, se terminará imponiendo quien mejor sepa cohonestar estos cuatro andariveles de una pelea que, a esta altura, no insinúa un claro predominio de ninguna de las partes, con una incertidumbre creciente en la militancia radical e incluso en la más alta dirigencia que no termina de entender algunos bemoles ocultos de una disputa que, desde tiempo atrás, parecía inevitable.

El tiempo terminó dando la razón. Sólo uno de ellos deberá prevalecer. No quedó margen siguiera para una negociación, porque más que cargos lo que se discute es el liderazgo y no hay dudas de que el viejo caudillo mercedeño no se resigna a dejar de ser el padre de la criatura de un proyecto que nació en 2001 y en cuál, en verdad, el mérito determinante fue el de la Intervención Federal de los cordobeses, que fueron los arquitectos del triunfo sobre el «Tatomenemismo», fundamentalmente porque parte del peronismo acordó clausurar la posibilidad de volver atrás en lo que fue la gesta del 99.

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