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16 octubre, 2024

Informe de la UCA sobre los jubilados: el preocupante dato sobre la cantidad que hace changas por necesidad

La vida más prolongada condujo a que más adultos mayores siguieran conectados con el mercado laboral, pero en la Argentina actual, ese fenómeno se está presentando con los ribetes de una coyuntura pesadillezca. Variables como la caída en los ingresos, no ir al médico por falta de dinero o mismo la inseguridad alimentaria, escoltan la vida de miles de mayores de 60 años que, lejos de salir a buscar changas para mantener el espíritu en alza, se mueven por pura necesidad.

Estos y otros temas están analizados en los cinco capítulos de un nuevo reporte del Observatorio de la Deuda Social de la UCA (ODSA), un informe de 100 páginas que integra el llamado “Barómetro de la deuda social con las personas mayores”, elaborado por esa institución, con apoyo de la fundación Navarro Viola.

En comparación a las cifras que ofrece (como que el 41% de los hogares con mayores de 60 años tiene insuficiencia de ingresos), el trabajo lleva un título optimista: “Desafíos y oportunidades en el envejecimiento. Un balance de la última década en la Argentina”. Por “década” se entiende el período 2013-2023, con distintos cortes. El cuatrienio 2013-2016, el trienio 2017-2019 y los bienios 2020-2021 y 2022-2023.

Es fácil caer en la tentación de conectar (a riesgo de establecer correlaciones espurias), las circunstancias que más duramente están pesando en la vida de los adultos mayores de Argentina, en especial los que cobran la jubilación mínima.

No por nada, en ítems como “subempleo inestable”, “inseguridad alimentaria”, “déficit en el estado de salud percibido” y “malestar psicológico” tienen especial participación de los estratos socio-económicos y socio-ocupacionales más bajos, siempre en mayores de 60.

Esa prevalencia puede coincidir con otros datos de contexto que tampoco son alentadores, como “secundario incompleto” o la existencia de dos y hasta tres “carencias”, de aquellas hacen a la pobreza multidimensional (en los términos clásicos del ODSA). Es decir, la pobreza entendida como una red de problemas que empeoran la calidad de vida, al margen de los que en sí generan el pobre poder adquisitivo.

La calidad del empleo de los mayores de 60

El informe deja claro que los adultos mayores vienen teniendo, en todo sentido, menos oportunidades y por ende más dificultades para enfrentar la vida cotidiana. No son novedades, pero tiene un valor especial plasmarlo en cifras, en tiempos plagados de afirmaciones basadas en noticias falsas, a veces salidas de los mayores sectores de poder.

Uno de los aspectos novedosos del reporte es el foco en el mundo del empleo de quienes están a un paso de jubilarse o ya se jubilaron, tema que suele quedar diluido en la conversación pública. Se parte de la base de que los mayores de 65 años representan el 4,5% de la población ocupada de Argentina (603.000 personas) y se asume –casi como un hecho esperable para la Argentina “en negro”– que si 1 de cada 2 empleados están contratados en condiciones precarias o informales, en los mayores de 60 esa proporción será peor. Lo es.

“Solo 1 de cada 3 personas mayores activas tiene pleno empleo”, señala el informe, en alusión a las condiciones en las que se cumplen los derechos laborales. En las mujeres (que se jubilan antes pero a toda edad tienen peor acceso al mundo del trabajo), esa cifra se reduce a 1 de cada 4.

Volviendo a la evolución del trabajo en Argentina, ninguna estadística es muy buena para los mayores de 60; no tanto si uno mira los estratos más altos, que –aclara el informe– salen a buscar trabajo para mantenerse “activos”, sino en aquellos que sobrevuelan el mercado laboral por necesidad.

El alza en el subempleo inestable

El informe no mide esa diferencia, pero sí reporta que mientras las cifras de empleo “pleno” de este segmento cayeron en 2022-2023 solo 5 puntos porcentuales con respecto a 2020-2021 (y 3 puntos, en comparación a 2017-2019), la categoría “empleo precario” (cuentapropistas que no hacen aportes a la seguridad social o empleados a los que tampoco les hacen esos aportes) cayó 12 puntos porcentuales en comparación a 2020-2021, y 15 puntos con respecto a una década atrás.

Protesta de jubilados en su día, el pasado 20 de septiembre, por aumento de la jubilación mínima. Foto Fernando de la OrdenProtesta de jubilados en su día, el pasado 20 de septiembre, por aumento de la jubilación mínima. Foto Fernando de la Orden¿Desinterés por trabajar o falta de oportunidades?

Por lo pronto, las dos categorías restantes en esta sección subieron. La menos llamativa parece ser el desempleo (personas de más de 60 en busca de trabajo), aun cuando en la última década pasó del 4% al 6,1%. En cambio, lo peor de la crisis económica de estos años parece estar aglutinado en la categoría “subempleo inestable”, que –uno podría aventurar– quizás haya absorbido a unas cuantas personas que ya antes tenían empleo “pleno” o “precario”.

¿Qué es el subempleo inestable? Alude a los beneficiarios de planes con alguna contraprestación, a los puestos temporarios y las changas. El informe dice que esa clasificación “mide la existencia de trabajadores que realizan actividades de subsistencia, poseen escasa productividad y muy baja retribución”. Sus empleadores no hacen aportes a la seguridad social.

Casi un tercio de los mayores de 60 años en actividad laboral es subempleado inestable (31,8%), porcentaje que se duplicó con respecto a la pandemia. Más allá de la leve mejora de esa cifra en 2017 (24,1%), el alza de adultos mayores con changas subió 10 puntos porcentuales en una década.

La pobreza estructural en los adultos mayores de Argentina

Del informe del ODSA se destacan al menos tres variables cuya prevalencia en los adultos mayores es tan alarmante como su persistencia en la década pasada, por más que se observen oscilaciones.

La primera es que alrededor de un cuarto de los mayores de 60 de Argentina tiene tal déficit en su capacidad socioeconómica que en alguno o varios momentos de los años estudiados debió dejar de pagar sus impuestos, los servicios, alguna cuota o mismo el alquiler de su vivienda.

El dato casi no tuvo alteraciones en los últimos 10 años. En 2013 era 23,4%; en 2017, 25,7%; en 2020, 24%; y en los últimos dos años, 25,7%.

Cuando se mira el perfil socioeconómico y laboral de esas personas, el mapa es tristemente obvio. Menos del 10% de los mayores del estrato socio-ocupacional “medio profesional” tuvieron esa dificultad. En los del grupo “bajo marginal”, el problema de no poder pagar deudas u obligaciones fue enfrentado por el 40%.

Para cerrar con dos variables que inquietan especialmente, pensando en el ingreso a la vejez, veamos lo que pasa con la salud y la alimentación.

En 2013, el 17,5% de los mayores de 60 años tenía alguna “dificultad en la atención médica por cuestiones económicas”. Si bien se registró una baja en ese ítem –que en 2020 llegó al 11%–, en 2022-2023 otra vez se reportó 17,6%.

El problema persiste, pero no le toca a cualquiera: al nivel socio-económico alto le influye en un 2,7%. Al bajo marginal, en 34%.

Quizás algunas o muchas de esas personas padezcan lo que los especialistas en nutrición llaman “inseguridad alimentaria”, que el ODSA define como “la reducción involuntaria de la porción de comida y/o la percepción de experiencias de hambre por problemas económicos durante los últimos 12 meses”.

El 15,7% de los adultos mayores de 60 años de Argentina sufre inseguridad alimentaria. En 2013 era el 10,8%. Fue subiendo hasta los niveles que se registran hoy. Pero solo el 2% de los adultos mayores del estrato medio profesional tiene inseguridad alimentaria. En tanto, casi la mitad de quienes pertenecen a los sectores “bajo integrado” y “bajo marginal” padecieron o padecen hambre en alguna medida.

PS – MG

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