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Resistencia
14 octubre, 2024

Gente de mala calidad: las execrables vidas de algunos personajes que han marcado nuestra historia

La trascendencia de la figura de Pelé se explica por sus hazañas deportivas y su estatus de atleta ejemplar. Entre otras cosas, el brasileño fue embajador de las Naciones Unidas, miembro a perpetuidad del Comité de Juego Limpio de la FIFA, y una de las cien personas más importantes del siglo según la revista Time. Pero también se dice que fue un capullo, materialista, hipócrita, mal padre, estafador y corrupto entre los corruptos. «Estamos hablando de un individuo que, con setenta años, facturaba quince millones al año solo en derechos de imagen, que se negaba a hacer cualquier campaña de publicidad que no le pagara, como mínimo, un millón de euros a condición de que solo estaría disponible durante dos días para grabar y sacar fotos, y que estas solo podrían utilizarse durante seis meses […] Un elemento que, según el portal Celebrity Net Worth, cuando miraba el saldo en el cajero, marcaba cien millones de dólares, sin contar patrimonio, acciones y chollos. En resumen, que un señor como este demandara a Brasil, que es un país con ciertos problemas de pobreza, para exigir cobrar la pensión de jubilado, manda narices!, apuntan los periodistas Malcolm Otero y Santi Giménez en su último libro, Más execrables que nunca (Ediciones B), donde se repasa con humor y mala leche el lado oscuro de muchos nombres conocidos e idolatrados.

El mismo jugador que paseó el nombre de un equipazo como el Santos por el mundo fue cómplice fundamental de la cruel dictadura del general Emilio Garrastazu Médici, quien ordenó la tortura y el asesinato de los opositores al régimen. En 1969, el seleccionador de Brasil era Joâo Saldanha, mítico entrenador del Botafogo de Garrincha y Amarildo. Saldanha era militante del Partido Comunista Brasileño, pero parece ser que su prestigio lo protegía. Aun así, fue obligado a dimitir tras presentarse en México al sorteo del Mundial de 1970 y dedicarse a repartir entre las autoridades internacionales un dossier con los nombres de miles de presos políticos y centenares asesinados y torturados por Médici.

Lejos de lavarse las manos, Pelé se puso a favor del dictador. Poco antes de morir se defendió asegurando que él no sabía de política. «A mí me llamaban e iba, no he tenido nunca problemas con ningún Gobierno», respondió cuando le recriminaron el centenar de fotografías que existen de él con el dictador. Precisamente por su posición política, el futbolista fue odiado por algunos de sus compañeros, especialmente por los negros.

Vidas privadas poco ejemplares

«Durante los últimos años de su carrera, una vez derribada la dictadura, Pelé se declaró antirracista y socialista ante la incredulidad de todo Brasil», se recuerda en el ensayo. «Pero es que Pelé no tenía ninguna ideología. Un año después de declararse socialista, aceptó ser ministro de Deportes del Gobierno del derechista Fernando Henrique Cardoso. Después renegó de él y, en la etapa final de su vida, fue un firme defensor de Jair Bolsonaro, a quien el Día de la Conciencia Negra le regaló una camiseta dedicada que había utilizado cuando jugaba en el Santos».

Portada de 'Más execrables que nunca'.

Portada de ‘Más execrables que nunca’. / CEDIDA

Otra cosa que suelen pasar por alto sus biógrafos es que Pelé dejó de ser ministro de Deportes al verse involucrado en una serie de escándalos de corrupción, acusado de beneficiar desde el Gobierno a su empresa Pelé Sports and Marketing —con sede en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes para eludir los impuestos en Brasil—. Lo más escandaloso fue cuando el diario Folha de São Paulo demostró que en 1995 la compañía había recibido 700.000 dólares para un acto de beneficencia a favor de Unicef de Argentina que nunca se realizó.

Para sorpresa de nadie, el brasileño tampoco mostró una conducta ejemplar en su vida privada. De los ocho hijos que tuvo, cuatro fueron fruto de su relación con Rosemeri Cholbi, su primera mujer, y dos de la que mantuvo con la segunda, Assiria Lemos (después, según su versión, de deshacerse una vasectomía). También tuvo dos churumbeles fuera del matrimonio que se negó a reconocer hasta que le obligaron los jueces.

Cuando tenía 75 años se casó por tercera vez con la empresaria brasileña de origen japonés Marcia Cibele Aoki, que era mucho más joven que él. Poco después recibió una denuncia de su segunda mujer por impago de la pensión alimenticia de los hijos y fue acusado por sus dos nietos de haberlos «abandonado intelectual, moral y materialmente».

Más repasos

Otro primor de hombre que no podía faltar en las páginas del libro es Silvio Berlusconi, cuatro veces primer ministro de Italia, europarlamentario, presidente de turno del Consejo Europeo, propietario de Mediaset y uno de los tres hombres más ricos de Italia. «Inventó el trumpismo antes de que Trump fuera presidente; fue corrupto, misógino, compró más jueces que futbolistas, hizo leyes a su medida y nos demostró que, sin escrúpulos, se triunfa mejor», apuntan los autores sobre un tipo que en 2012 fue inhabilitado por fraude fiscal, lo que provocó que no pudiera presentarse a unas elecciones hasta enero de 2019.

Hablar de Berlusconi es hablar de un seductor de bragueta floja que con 29 años se casó con Carla Elvira Lucia Dall’Oglio y tuvo dos hijos: Maria Elvira y Pier Silvio. En 1980 se encaprichó de la actriz Veronica Lario, a la que puso un piso en la sede de su sociedad de cartera Fininvest hasta 1985, cuando se separó. El italiano se casó en 1990 con ella —su padrino fue el socialista Bettino Craxi— y tuvieron juntos tres hijos, pero se separaron en 2009, fecha en la que saltó el escándalo de las fiestas con prostitutas menores y cocaína que Il Cavaliere organizaba en Villa Certosa (Cerdeña) y Villa San Martino (Arcore). «Lario le pidió una mensualidad de tres millones, que después se rebajó a 1,4», se explica en Más execrables que nunca. «Al final, un juez muy amigo de Berlusconi canceló la pensión y obligó a Lario a devolver setenta millones, pero, en un acuerdo extrajudicial, se pactó que no tendría que devolver nada a cambio de no recibir más. Tuvo dos mujeres más, una nacida en 1985 y otra, en 1990. Con la última se llevaba cincuenta y cuatro años».

Otero y Giménez también dan un buen repaso a personajes tan respetados como Isabel II de Inglaterra, a la que describen como una monarca robótica y fría que «manipuló durante décadas, desde la sombra, diferentes gobiernos en beneficio de su familia» —un clan inmensamente rico que hasta 1993 no pagaba impuestos— y que fue insensible ante la muerte de su nuera Diana de Gales —no en vano, se opuso a un funeral de Estado de la madre del príncipe Guillermo, que entonces estaba divorciada, ya no era alteza real y encima había ido haciendo entrevistas en las que destapó la infidelidad de Carlos de Inglaterra—.

Asimismo, se ha repetido hasta la saciedad que la difunta reina se mantuvo siempre al margen de la política, cuando esto no es cierto. «Hay una cosa que se llama el Queen’s Consent», explican los autores al respecto. “Establecía que leyes que podían afectar a la casa real, antes de ser llevadas al Parlamento, se presentaran a la reina, que podía aprobarlas, cambiarlas o vetarlas. Más de 1.060 leyes fueron modificadas con este procedimiento, según ‘The Guardian’ […] Los asuntos en los que intervino son muchos. Desde la ley de protección de animales, en la que, oh, sorpresa, se excluyen a los de las propiedades reales, no vaya a ser que alguien vaya a Balmoral a ver las condiciones de los ciervos o les limiten las cacerías; o en la ley de pesca y crianza del salmón para que las regulaciones no se aplicaran. Y diréis, ¿qué tiene que ver Lilibet con el salmón? Pues Balmoral alquila sus ríos para pescar y tener una experiencia exclusiva en uno de los mejores puntos de pesca de Reino Unido”.

Bonus track

Por si la escabechina de mitos y referentes fuese pequeña, los escritores han querido regalar al lector un bonus track con una recopilación de personajes inéditos de los que nunca han hablado en la radio —tanto este libro como otro anterior, titulado El club de los execrables, parten de su sección en un programa de la emisora RAC 1—. Una de esas celebridades es su santidad el papa Francisco, quien lleva años al frente de una organización que detesta a los homosexuales y ha escondido la pederastia manifiesta de sus miembros.

El caso es que, antes de convertirse en Sumo Pontífice, Jorge Mario Bergoglio fue acusado de haber denunciado ante el régimen militar argentino a dos sacerdotes de la Compañía de Jesús que fueron secuestrados en 1976, mientras realizaban tareas sociales en las ‘villas miseria’ de Buenos Aires. Según el periodista Horacio Verbitsky en su libro de investigación El silencio, Bergoglio, el papa pudo colaborar en el secuestro de los dos curas o favorecerlo negándoles protección. «El origen de la polémica está en que, muy probablemente, Bergoglio se puso de perfil y tuvo enfrentamientos con estos dos sacerdotes», narran Otero y Giménez. «Como su superior en la Compañía de Jesús, el ahora papa se oponía a sus trabajos en las villas miseria y eso fue interpretado por los militares como un signo de que su superior les retiraba la protección institucional». Entonces es cuando fueron secuestrados y detenidos en la ESMA, un infame centro de detención clandestina.

Tampoco se libra de un bonito repaso Frank Sinatra, un señor algo machirulo que en su juventud fue un bala perdida. Al principio de su carrera practicó el activismo antirracista pero en 1965, refiriéndose a las protestas por los derechos civiles en Estados Unidos, afirmó que «los negros deberían dejar de lloriquear y ponerse a trabajar”». En realidad, el cantante era una veleta política.

«Es cierto que fue un defensor demócrata y que apoyó a Roosevelt y a Kennedy; también, en 1970, se afilió al Partido Republicano», explican los autores. «Capítulo aparte tuvo su relación con Kennedy. Sinatra ayudó a recaudar un dineral para la campaña y era un firme defensor del partido. Sin embargo, cuando Sinatra quiso contratar a Albert Malz, uno de los guionistas que se negó a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, y eso contrarió a Kennedy, Sinatra no lo contrató». Por otro lado, el hombre al que apodaron La Voz reaccionaba violentamente cuando se sentía acosado por periodistas o fotógrafos, se metió en problemas con el Servicio de Impuestos Internos (IRS) cuando lo acusaron de evasión fiscal, y en 1951 fue incluso arrestado por adulterio y asociación con la mafia. Cabe señalar, eso sí, que aunque es cierto que el estadounidense tenía amistades con varias personas vinculadas a la famosa organización criminal, las fuerzas del orden pasaron años investigándole y fueron incapaces de encontrar pruebas para una sola acusación.

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