27 C
Resistencia
7 julio, 2025

Mileístas puros: la utopía libertaria y el riesgo del caos

Ser “mileísta puro” es, en estos días, la gran consigna que baja desde la Casa Rosada. Pero, ¿qué significa realmente ser “mileísta puro? Significa levantar la mano en el Congreso sin chistar, seguir la línea férrea que imponen Karina Milei y los Menem (Martín y “Lule”), y jamás contradecir al líder. Es la idea de una militancia dócil, disciplinada, lista para avalar cada paso del Gobierno, incluso en medio de la tormenta.

El mileísmo puro busca algo más profundo que simples votos: sueña con construir un partido sin pasado. Una organización que no arrastre las mochilas del PRO o del radicalismo, que no cargue con internas históricas ni con jefes provinciales que exigen peajes políticos. Tabula rasa. Todos son bienvenidos, sí, pero de manera individual, nunca como partidos. La Libertad Avanza quiere evitar a toda costa el pecado original del PRO: haber nacido porteño y no haber podido convertirse en una fuerza verdaderamente nacional.

Pero el problema es que el mileísmo se topa, de frente, con la naturaleza de la política argentina. Ni la UCR ni el PRO son sellos de goma. Son partidos con estructuras, con militantes, con liderazgos locales que se construyen, sobre todo, en el arte de negociar y consensuar. Los radicales, en particular, son los más verticalistas y deliberativos de todos. Ningún radical serio va a aceptar ser un simple soldado sin voz, por más que le atraiga la figura disruptiva de Javier Milei.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

Las imágenes que podrían comprobar el ingreso sin control al país de 10 valijas de un vuelo privado desde Miami

En el PRO, el panorama es distinto, pero no menos conflictivo. Mauricio Macri supo liderar con mano firme, sí, pero siempre bajo cierta institucionalidad y diálogo interno. Hoy, figuras como Cristian Ritondo o Diego Santilli tantean acercamientos al oficialismo. Tienen olfato para los tiempos políticos y saben que, si Milei consolida su espacio, quedarse afuera puede ser mortal. Pero tampoco están dispuestos a disolverse en un partido donde la única opinión que cuenta es la que baja desde la Casa Rosada.

La estrategia de listas “puras” suena bien en los discursos. Pero choca contra la realidad. Milei carece de estructura territorial sólida. No tiene cuadros propios en casi ninguna provincia. Y los que tiene… se odian entre sí. Basta recorrer el Congreso o las provincias para ver el desmadre: libertarios peleándose por el café con leche, acusándose de operaciones, cortándose el saludo en los pasillos. Construir un partido nacional con esa fauna es, por decirlo elegantemente, un desafío titánico.

Cristian Ritondo y Diego Santilli en Casa Rosada.

La Cámara de Diputados como el Senado son escenarios donde las peores internas libertarias quedan al desnudo.

En Diputados, La Libertad Avanza es una olla a presión. Se dividen en grupos: los que responden directamente a Karina Milei y los que obedecen a los hermanos Menem (Martín y “Lule”), quienes manejan buena parte de las negociaciones.

Los “Caputistas”, alineados con Santiago Caputo y un puñado de diputados “autogestionados” que llegaron por su cuenta y hoy no responden a nadie.

Entre ellos vuelan las acusaciones. Se espían mutuamente, se acusan de negociar cargos o de filtraciones a la prensa. Las diferencias estallan en las comisiones, donde se frenan dictámenes, se retiran de reuniones para dejar sin quórum a su propio bloque, o se filtran audios para dañarse entre sí. Hasta hubo discusiones a los gritos en despachos, con portazos incluidos.

En el Senado, el bloque libertario es más pequeño, pero no menos conflictivo. Allí los senadores compiten por ser “los voceros” del mileísmo y por tener acceso directo al Presidente. Se quejan de que la Casa Rosada no les devuelve el teléfono ni les explica la estrategia legislativa. Se acusan de obsecuencia, de vedetismo o de no estar “a la altura” del debate parlamentario.

Mientras tanto, el resto de los bloques políticos —UCR, PRO, Hacemos Coalición Federal, Unión por la Patria— miran estas peleas con una mezcla de asombro y cálculo frío.

Guerra en el poder libertario

Mientras tanto, En Buenos Aires, Sebastián Pareja arma y desarma listas mientras Ritondo y Santilli se acercan con cautela. En Chubut, César Treffinger defiende su bastión con uñas y dientes. En Neuquén, Nadia Márquez saltó de un espacio a otro hasta aterrizar en LLA. Y en Santa Cruz o Tierra del Fuego, donde reinan el caos y las divisiones, algunos radicales y macristas analizan meterse en el mileísmo… aunque sea tapándose la nariz.

La gran paradoja es que La Libertad Avanza, que predica libertad, funciona puertas adentro como un partido de obediencia absoluta. No tolera las opiniones críticas. Quiere lealtades personales, no acuerdos políticos. Pero sin acuerdos, en Argentina, no se gobierna. Ni se ganan elecciones.

A días del cierre de alianzas, el mileísmo enfrenta su dilema más profundo: ¿seguir siendo un club de puros y elegidos, o abrirse a la fauna política para convertirse en un verdadero partido nacional? La pureza ideológica es un buen relato, pero la política argentina se construye con barro, acuerdos incómodos y rosca, Hasta los outsiders, tarde o temprano, tienen que ensuciarse las manos.

Mientras tanto, el Congreso los espera. Con su jungla de egos, traiciones, y peleas por el café con leche. Bienvenidos al verdadero arte de la política.

“En política, no hay amigos permanentes ni enemigos permanentes, sólo intereses permanentes”, Henry Temple (Lord Palmerston).

Últimas Noticias
NOTICIAS RELACIONADAS