En el cine conforman una de las duplas más conocidas: ellos son Mariano Cohn y Gastón Duprat. Sus películas lo confirman: “El hombre de al lado”, “Mi obra maestra” y “4X4”. Desde hace muy poco sumaron un nuevo título: “Homo Argentum”, con Guillermo Francella, uno de sus intérpretes fetiches, ya que con él también filmaron la serie “El Encargado” que va por la cuarta temporada, próxima a estrenarse. Hablaron antes del estreno con PERFIL.
—Se dijo en un comienzo que habían sido cuarenta historias las de “Homo Argentum” para quedar sólo con dieciséis. ¿Por qué? ¿Cuáles descartaron?
GASTÓN DUPRAT: Algunas empezaron por los personajes y otras por las propias historias. Después cuando las bajás más a tierra y se escriben los diálogos, ahí ya se puede dimensionar la duración. Terminamos eligiendo una cantidad representativa y que haga que el metraje de la película sea razonable. Quedaron un montón de guiones que no es que eran peores, sino que tocaban el mismo tema.
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MARIANO COHN: Recuerdo que me encantaba una historia que era de un taxista, que se aprovechaba de unos turistas. Pero elegimos la secuencia del arbolito por ser sintética, tenía un paisaje, un decorado más bonito como es la calle Florida y resultaba más característico. Había temas repetidos y fuimos eligiendo. A veces priorizábamos la cuestión de qué género y cómo queríamos filmar, porque hay algunas historias que apelan más a la emoción. Todas las temáticas nos son propias. Son universos, ambientes con los que convivimos y a la vez dialogan con nuestras obras anteriores. Dijimos vamos a hacer este tono de comedia incómoda, social, que interpela y emociona. Tiene formato de largometraje, pero son viñetas o episodios y eso fue un desafío muy grande.
—Figura como colaborador autoral Mario Mactas: ¿es el periodista que falleció?
G.D: Sí, él colaboraba con nosotros, también en la serie “El encargado”. Aquí la historia del cura villero es de Mactas. Hay varios periodistas que integran el equipo de guionistas, que además son escritores como Horacio Convertini, Juan José Becerra y Leonardo Despósito. Como era tanto el caudal de historias, venía bien tener otras voces para hacer esta comedia incómoda, social, que interpela, emociona, ayuda a debatir y reflexionar.
—¿Cuál es la ventaja o desventaja de trabajar con el mismo actor?
G.D: No siempre trabajamos con Guillermo. Él es el número uno en este tono de comedia sarcástica, dramática o negra. Sí te confieso que escribimos el guión y le dijimos “son dieciséis historias” y él respondió: “bueno, yo hago alguna.” Le subrayamos “son todos varones de tu misma edad”. Ahí dudó, pero aceptó. Después fue muy audaz y se lanzó. Hay que tener agallas para hacer esto que hizo.
M.C: La ventaja es que hemos hecho un montón de trabajos en conjunto con Guillermo y ya funcionamos como un equipo. Hay muchas decisiones que tienen que ser compartidas para que el actor sienta el personaje y él es muy exhaustivo. Necesita tener la seguridad y la comprensión plena de lo que va a actuar. Solo se puede hacer trabajando en conjunto, conociéndose, compartiendo gustos también y maneras de ver el mundo, con humor. Son solo ventajas, desventajas no le encuentro. Hay películas episódicas como Los nuevos monstruos que fue una referencia para Guillermo y para nosotros, pero estaba apoyada en dos o tres actores, era más coral. En este caso, Guillermo carga con la responsabilidad de hacer dieciséis personajes diferentes. Aparte con muy poca intervención sobre la caracterización. Nosotros queríamos que se siga viendo al actor, pues de nada serviría disfrazarlo. Él tiene la genialidad para ejecutar ese tono de comedia que interpela y creo que es consagratorio. Nunca antes vi a un actor ejecutando esta cantidad de personajes.
—¿Cómo decidieron las caracterizaciones?
G.D: Fue un trabajo muy arduo y audaz al que se sometió Guillermo (Francella) de caracterización porque no queríamos taparlo con máscaras o prótesis. Buscamos que tuviera la capacidad gestual en su rostro, por eso pelucas o calvicie. Llevó mucho tiempo, horas preparando y algunas historias fueron sólo de un día de rodaje. O sea que al siguiente tenía que caracterizarse de otra manera y a los otros dos días de otra y de otra. Fue mucho compromiso por parte de él y de una gran audacia porque tenía que cambiar su impronta actoral.
—¿Los influyó el cine italiano?
M.C: Creo que hay cosas en común, una afinidad salvando las distancias. Esos grandes directores intentaron retratar o decir algo sobre la realidad, con humor y en tono de comedia. En esa Italia se vivía un momento de ebullición, discusión constante, una crisis. Me parece que en algún punto también hay alguna similitud con este momento de la Argentina. Me parece bueno, porque es un ámbito para que las cosas se discutan, se debatan y reflexionar. Cómo queremos ser y cómo nos vemos, que a veces no es lo mismo. Una cosa es cómo uno dice qué es y otra cosa es cómo te ven los demás. La película tiene esa búsqueda, no es que uno intente subestimar al público, ni querer retratar lo argentino o la argentinidad, para nada. Lo que hacemos es un recorte de unos retratos de personajes, estereotipos, situaciones e idiosincrasias que a nosotros nos parecen que valen la pena mostrar y que el espectador después debe completar eso que ve.
—No quedamos muy bien parados…
M.C: Eso depende, quizás no te gusta lo que te devuelve el espejo. Estamos invitando a reflexionar al público. No es una película que venga con moño cerrada, es más, todos los finales tienen algún tipo de búsqueda como nuestros trabajos anteriores. Hay que hacer cierto ejercicio, no termina con la proyección de la película, sino después cuando vas a comer una pizza, charlar con amigos y te quedás pensando.
—¿Cómo fue la elección del elenco?
G.P: Fuimos pensándolos. Fue el debut cinematográfico de Milo J, quien resultó muy buen actor. Tiene un tono muy austero y seco, además es sumamente expresivo. Elegimos los que creíamos que eran ideales para cada rol, algunos no son decididamente actores, como es el caso de Migue Granado, pero los ayudamos a que puedan construir estos personajes. Eva de Dominici vino especialmente desde Los Ángeles para grabar. A Guillermo Arengo lo elegimos porque tiene un modo de actuación muy cálido y con Guillermo sincronizan mucho y ya se conocían.
—¿Cuál es la forma de trabajar, se dividen tareas o se complementan?
G.D: En una película o una serie hay muchísimos roles. En general un director toma algunos porque no puede tomar todos. Al ser dos podemos asumir más roles, estar con los actores, en la fotografía y en lo técnico. De todas maneras, nos dividimos algunas tareas, a veces estoy más con el guión. En una película tan compleja como ésta si hubiésemos sido tres también hubiese estado bueno.
—Para el episodio del festival y el director de cine ¿se inspiraron en Pedro Almodóvar?
M.C: No, es un Frankenstein. Nosotros ya teníamos cierta experiencia en retratar a un director de cine ya que lo hicimos en la película Competencia oficial. Algunos dicen que tiene algo de Almodóvar, otros dicen que tiene algo de Doria, también debe tener algo mío y de Gastón. Me parece que es una reflexión necesaria, pues si uno se toma todo en serio se cae a pedazos, no resiste. El director manda y todo el resto obedece, nosotros a veces al ser dos tomamos cierta distancia. Tenés que debatir y nos gusta trabajar de otra manera, pero no dejamos de ser sommeliers de actores y de directores de cine porque tenemos muchas horas de vuelo.