¿Cuándo fue la última vez que envió una carta por correo? ¿Si tenía una línea de teléfono fija, la mantiene? ¿Cuántos celulares hay en su familia, ninguno, uno o más por persona? ¿Unos 20 años atrás, disponía de una pava eléctrica? ¿Ahora hay más o menos inquilinos, propietarios de la vivienda u “ocupantes gratuitos”? ¿Aumentaron la luz y el gas para todos los usuarios por igual y las tarifas están segmentadas? ¿Creció el número de los adheridos a una empresa de medicina privada? ¿Las familias destinan una proporción mayor de sus ingresos al pago de los servicios públicos y privados?
La respuesta a todos estos interrogantes es clave para medir la inflación. El gasto de las personas y familias varía no solo por los cambios relativos en los precios sino porque algunos bienes y servicios cayeron en desuso, se incorporaron otros por cambios tecnológicos y se fue modificando el peso o la ponderación en el gasto de las personas u hogares.
También las familias cambiaron sus lugares de compra con la expansión de los supermercados y los shoppings. Y eso altera el relevamiento que los encuestadores deben hacer de los precios.
A la hora de medir la inflación, todas estas modificaciones y muchas más se incorporan a través de las Encuestas de Gastos de los Hogares (ENGHO) que captan la forma de disponer de sus ingresos de las familias.
En Argentina, la medición del Índice de Precios del INDEC se realiza sobre la base de la ENGHO 2004/05. Si bien se realizó una posterior, en 2017/18, no fue implementada para la medición de inflación.
En cambio, el Instituto de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires desde 2022 utiliza los resultados de la ENGHO 2017/2018 para la medición de la inflación porteña.
José Donati, titular del Instituto porteño, le dijo a Clarín que “la Encuesta capta la totalidad de los bienes y servicios que la población consume. Luego se hace una selección de esos bienes y servicios en función de su peso relativo en el gasto total de los hogares aplicando una metodología validada internacionalmente. Así, cuando una canasta se actualiza se comparan los resultados respecto de la inmediata anterior. Y entonces algunos bienes y servicios permanecen o con otro peso relativo, se incorporan nuevos y desaparecen otros”.
-¿Y qué pasó en el caso de la Ciudad de Buenos Aires?
–Por cambios en el peso relativo en el gasto dejaron de seguirse el polvo limpiador, la velas, los equipos de audio y los textos universitarios entre otros. Por inexistencia, dejaron de seguirse los reproductores de DVD, el alquiler de película, el DVD grabado y la memoria USB. En cambio, se incorporaron, el pan integral, el tomate cherry, la milanesa de soja, el café en cápsulas, las bebidas isotónicas y energizantes, la pava eléctrica, la inspección técnica vehicular, las piedras sanitarias para gatos, el streaming, los pañales descartables para adultos y las cuotas en residencias geriátricas. Y aumentaron significativamente su participación en la nueva canasta respecto de la anterior el alquiler de la vivienda, las expensas, el servicio de telefonía móvil y los equipos de telefonía móvil, mientras se redujeron los de telefonía fija.
En parte, por estos cambios, en 2024, la inflación porteña concluyó con un alza del 136,7%: unos 16 puntos porcentuales por encima del 117,8% que arrojó el índice de precios nacional del INDEC. Y enero 2025 con un 3,1% versus el 2,2% del INDEC nacional.
NE