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Resistencia
8 agosto, 2025

De regreso a octubre: la coyuntura electoral y el debate nacional

12 a 0. Si los estrategas del gobierno querían llegar al cierre de alianzas para las elecciones de octubre dando la imagen de que todo marcha acorde al plan, la crónica periodística se ve obligada a subrayar que aquel intento enfrenta, al menos, algunas dificultades.

Cuando faltaban menos de 24 horas para la presentación de las alianzas para los comicios nacionales de octubre, el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, dio por cerrada la sesión contabilizando una goleada en contra. La Libertad Avanza volvió al vestuario habiendo perdido la media sanción para el financiamiento a las universidades y al Garrahan, llevándose la derrota de cinco decretos del Presidente y con el emplazamiento a comisiones para que avance la comisión investigadora de $Libra y para debatir proyectos de reparto de fondos impulsados por los gobernadores. Hace pocas semanas había sufrido otra importante derrota legislativa, cuando se votaron aumentos a los jubilados, extensión de la moratoria y la emergencia en discapacidad.

El dato, que podría ser anecdótico, encierra una de las contradicciones que están abiertas para el próximo período. Cada vez que los jubilados, los trabajadores del Garrahan o quienes defienden a la universidad pública consiguen una votación favorable en el Congreso, la logran producto de meses de duras luchas, paros y movilizaciones, expresando no solo sus propias demandas, sino las de un amplio abanico social que simpatiza con ellas. Esas fuerzas entran en choque contra los planes que el gobierno tiene ahora, pero, sobre todo, con los que tiene para después de octubre.

Es cierto. En el terreno legislativo muchas veces esas demandas no logran efectivizarse, tras los vetos del presidente que, ejerciendo su máxima arbitrariedad, utiliza la lapicera de los ricos para dar vuelta esas votaciones. El pan que necesitan millones para sobrevivir en la Argentina del ajuste queda envuelto luego en las interminables roscas de los dos tercios que se necesitan para que el Congreso insista tras los vetos, lo cual a su vez muestra que solo se puede confiar en las propias fuerzas de lucha y no en diputados y senadores que muchas veces utilizan las demandas como prenda de cambio de sus propios intereses o para su demagogia electoral.

Sin embargo, también cabe hacer la lectura desde otro ángulo. El oficialismo, que hasta ahora encuentra la fuerza negativa para vetar, tiene, por el contrario, muchas más dificultades para avanzar en la implementacion de sus planes de fondo. Las luchas en las calles y los reveses legislativos expresan, cada cual a su manera, estos problemas.

No es un tema abstracto. Cuando el FMI desembolsó esta semana otros 2000 millones de dólares, como parte de su salvataje al alicaído plan de Luis Caputo, lo hizo en el marco de un nuevo staff report del organismo que presenta no solo su evaluación de la situación económica sino también, y sobre todo, sus exigencias hacia adelante. Entre ellas incluyó las clásicas reformas estructurales como la reforma previsional, pero también bloquear “iniciativas de gasto no financiadas”, poner requisitos más estrictos para el acceso a la Asignación Universal por Hijo o aumentar las tarifas de los servicios públicos por encima de la inflación durante 30 meses, entre otras demandas de más ajuste. Se trata de un verdadero plan de ataque para reorganizar cada vez más toda la economía nacional en función del pago de la deuda a los especuladores (que presenta vencimientos abultadísimos para los próximos años) y no de las necesidades de las grandes mayorías. No es solo económico: las declaraciones de obscenidad imperialista del nuevo embajador designado por Donald Trump para la Argentina, Peter Lamelas, se inscriben en este marco de sometimiento nacional. Escenas de intromisión explícita también estamos viendo en Brasil, alrededor del conflicto por la injerencia estadounidense a favor de Bolsonaro y los aranceles como vía de chantaje.

A estas dificultades cabe agregar, por supuesto, los problemas que tiene el oficialismo para sostener el precio del dólar. La devaluación de casi un 14 % que se observó durante el mes de julio, a pesar de las intervenciones sobre el dólar futuro y los aumentos de las tasas de interés, expresa la tensión y las dificultades cambiarias existentes. Hoy La Libertad Avanza apuesta a que el estancamiento de la economía y la baja del consumo masivo limiten el traslado a precios del aumento del dólar hasta las elecciones de octubre. Pero aún si el gobierno no perdiera de forma cualitativa el control del índice de precios hacia esa fecha, queda abierto el problema para después de los comicios, para una gestión que tiene una seria crisis de reservas en el Banco Central y ha incumplido alevosamente las metas acordadas con el FMI sobre este punto. Tanto el Fondo mismo, como el capital financiero en general y las patronales del campo, entre otros actores, verían con buenos ojos una nueva devaluación. Los primeros, para priorizar la acumulación de reservas para el pago de la deuda.

De cara a todas estas dificultades, La Libertad Avanza llama a “pintar el Congreso de violeta” y “ponerle el último clavo al ataúd al kirchnerismo”, para contar con mayor volumen político para una compleja segunda parte de su mandato. Pero ni siquiera con un buen resultado electoral contarían con mayoría propia en el Poder Legislativo. Más complejo aún es el tema de pasar sus nuevos ataques (los que exige el FMI) contra el creciente malestar social tras años de crisis y planes de ajuste.

Sin embargo, no todas las noticias son igual de malas para el gobierno. En el plano del cierre de alianzas -aunque resta esperar al 17 de agosto para ver los matices provincia por provincia-, la conformación de alianzas hacia las elecciones de octubre (al igual que para las de septiembre), confirmó su rol predominante sobre lo que es la derecha argentina. El PRO, tras haber sido vapuleado en su bastión de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en las elecciones adelantadas, eligió esta vez el camino de ir de forma absolutamente subordinada al espacio violeta, aceptando un rol secundario en las listas y hasta ser borrado de los nombres y los colores. A la vez, en distintas provincias La Libertad Avanza se encaminaba a cerrar acuerdos con algunos gobernadores tanto del PRO, como radicales y espacios provinciales. Aun así, quedaron nuevas fricciones de un espacio PRO que ya venía muy golpeado. La nueva vocera del descontento con este rumbo del partido amarillo es por estas horas María Eugenia Vidal, quien también -aunque no será candidata- expresa de alguna forma a sectores de derecha “republicana” que no quieren terminar de subordinarse por completo a Javier Milei. Resta ver asimismo, provincia por provincia, qué otras manifestaciones habrá en las listas de variantes de “Juntos por el Cambio residual” o intentos de “terceras vías” como la que inscribieron Emilio Monzó y Margarita Stolbizer en provincia de Buenos Aires. También en las semanas previas había surgido “Grito Federal”, el espacio de los gobernadores de Córdoba, Santa Fe, Chubut, Santa Cruz y Jujuy que apoyan con todo el ajuste pero reclaman por fondos para ellos y para las patronales del campo, entre otros intereses que representan. Son todos indicios de los límites que aún encuentra el proyecto de La Libertad Avanza para consolidarse.

En otro plano, cabe señalar que el gobierno irá a las elecciones de octubre en el marco de un creciente malestar social y niveles de vida muy deteriorados para las grandes mayorías (mientras que un sector minoritario de la población accede a un alto consumo), pero con la “desinflación” como una de sus principales banderas, aún a pesar de la última corrida cambiaria. Esto se basa en una ventaja: su principal competidor en la oposición será el peronismo del Frente de Todos (hoy Fuerza Patria), que dejó el gobierno en 2023 con un 200 % de inflación y un 42 % de pobreza. Pero no es solo esa herencia (que no es poco): la crisis del peronismo continúa hoy con mucho malestar en su propia base no solo por el fracaso de su gestión anterior, sino también por su rol pasivo en la oposición a Milei (con sus burocracias sindicales dejando pasar y siendo cómplices del ajuste), con casos de diputados y senadores peronistas que en momentos decisivos le aportaron votos a las leyes del gobierno, con una Cristina Kirchner presa sin que ya nadie pelee en las calles contra la proscripción, y con internas interminables entre las distintas fracciones del peronismo, sin que se avizoren diferencias de programa.

Párrafo aparte merecen Juan Grabois y su espacio Patria Grande, que en parte expresan el descontento de sectores del peronismo con el rumbo de este espacio. Por estas horas, el referente tensiona las discusiones del cierre de listas del peronismo (que se prolongarán hasta el 17 de agosto cuando se definan los nombres de los candidatos), amenazando con la ruptura. Sin embargo, en ese mismo contenido está expresada su impotencia estratégica: su demanda viene siendo encabezar él las listas, para que el massismo no lidere el espacio. Más allá de las aspiraciones de los votantes de Grabois, la política de su dirigente termina siendo una estrategia de lavada de cara de un peronismo en crisis que busca crear la falsa ilusión de renovar al espacio “desde adentro”. Incluso bajo la hipótesis (poco probable) de que encabezara Grabois, debajo de él en las listas irían massistas, camporistas, burócratas ligados a los intendentes, burócratas sindicales. La experiencia es clara: estos intentos de renovación por dentro terminan siendo siempre dirigidos de contenido por los espacios de la derecha o del centro del peronismo y las listas van llenas de legisladores que después votan leyes de ajuste y entrega, mientras que el peronismo de conjunto respeta los “tiempos electorales” y deja pasar los ataques, como ahora que permiten que avance el programa de Milei llamando a esperar un lejanísimo recambio en 2027. Incluso bajo la hipótesis de ruptura e ir en lista aparte ahora para después reabrir la discusión para ir en unidad en 2027 desde otra relación de fuerzas, Juan Grabois sería parte de esa estrategia: recordemos que en las últimas tres elecciones presidenciales llamó a votar a Daniel Scioli, a Alberto Fernández y a Sergio Massa. Su rol entonces es el de quien maquilla y embellece a un peronismo que cuando gobierna ajusta y que le termina abriendo el paso a la derecha para que acceda al poder.

Es por eso que desde el PTS y el Frente de Izquierda se viene apostando a otra estrategia. Jugándose con todo, sí, a grandes campañas electorales contra los aparatos de los poderosos, a pura fuerza militante y desde abajo enfrentando elecciones antidemocráticas, desdobladas y casi sin presencia en los medios de comunicación, para conquistar nuevas bancas en septiembre y octubre que estén al servicio de las luchas y para los que están siempre del mismo lado, los que no panquequean y representan al único espacio político que no le aportó ni un solo voto a las leyes de ajuste y entrega de Javier Milei. También poniendo el cuerpo en cada lucha mientras otros están abandonados a la rosca y son parte del mismo espacio que los burócratas sindicales de la CGT y de la CTA que traicionan. Estando con los jubilados, con las personas con discapacidad, con los obreros de Secco que vienen de dar un paso importante en su lucha y con tantas otras peleas a lo largo y ancho del país. Siendo parte con todas sus fuerzas de quienes dan la pelea para que en Argentina seamos hermanos de los pueblos del mundo que se levantan contra el peor genocidio de nuestro tiempo, el que ejecuta el Estado de Israel contra el pueblo palestino, financiado por Donald Trump y con la complicidad de Javier Milei. Este sábado se está preparando una cita de honor para decir que “no en nuestro nombre” el presidente argentino apoya esa masacre.

Pero también planteando una perspectiva de fondo para la situación nacional: la necesidad, de cara a una crisis profunda que no solo seguirá, sino que se profundizará después de octubre, de construir un gran partido de la clase trabajadora, independiente de los capitalistas, sin burócratas ni traidores. Para debatir con los miles y miles de compañeros y compañeras que están presentes en las luchas o que están buscando alternativas ante la crisis de representación, la idea de que si los poderosos tienen sus partidos que representan los intereses de las clases dominantes, los trabajadores y trabajadoras, que son millones y son los que hacen mover al país, necesitan el suyo propio, con un programa de salida a la crisis que corte de una vez por todas con el eterno camino de dependencia del país y del ajuste infinito, y plantee una salida favorable a las grandes mayorías.

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