“La batalla global contra la inflación se ganó ampliamente”.
Así arranca el Panorama de Perspectivas Económicas (WEO, por su sigla en inglés) sobre el análisis de la economía global, sus perspectivas y de Argentina.
Los pronósticos y las tendencias de la actividad, el comercio y la inflación a nivel internacional han sido siempre clave para entender momentos de bonanza y de crisis de la economía argentina. No será la excepción a futuro y por eso es importante ver qué discuten esta semana en Washington los ministros de Economía y los banqueros centrales de todo el mundo.
La inflación ha sido el tema número uno a nivel global a la salida de la pandemia (llegó a 9,4% anual en 2022) y ahora se espera que llegue a 3% a fin de año en Estados Unidos, explicando así la afirmación de por qué quedó atrás un fenómeno que el mundo avanzado no había experimentado desde la década del 70.
Al revés que en la Argentina, los países ricos parecieron tomar nota de la lección aplicando una política monetaria restrictiva pero sin que la economía se sumerja en una recesión o lo que los economistas llaman aterrizaje brusco.
El crecimiento global este año y el próximo se mantendrá en 3,2%, apenas una décima menos que en 2023, una cifra que es un promedio del ritmo al que se expandirán los países emergentes (4% aproximadamente) y los avanzados (2%). Si bien Estados Unidos, la principal economía del mundo, desacelerará su crecimiento este y el próximo año, el FMI mejoró su perspectiva de cara a un período de tasas de interés más bajas que empezó el mes pasado. Una política monetaria más flexible se traducirá en más actividad para las economías avanzadas y demanda de productos de países emergentes, entre ellos, la Argentina.
El cambio en las condiciones monetarias aliviará las presiones de las monedas de muchos países que se venían apreciando frente el dólar, remarcó también ayer el FMI.
Si el futuro del plan Milei-Caputo pasa por dejar quieto el dólar de cara a las elecciones de 2025, la estrategia de la Tablita tendrá más aire cuanto más se abarate la divisa a nivel global, que fue lo que no pasó a fines de los noventa con la Convertibilidad (el dólar se apreciaba). De este modo, la competitividad de las empresas con producción local se vería menos perjudicada de lo que ya está por el contexto recesivo local y las perspectivas de una recuperación que será heterogénea.