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Resistencia
28 septiembre, 2024

Las crisis financieras pasan porque los políticos no aprenden de la historia, ¿cambió algo?

Este es el último artículo de cuatro partes en la sección ‘Economía de No Ficción’ sobre el 30° aniversario de la crisis financiera de México y su impacto en Argentina y el mundo.

Warren Buffet dijo alguna vez que “lo que aprendemos de la historia es que las personas no aprenden de la historia”. El Efecto Tequila, que sucedió hace 30 años, fue la corroboración de la frase de Buffet aplicada a los gobiernos de los países en la primera crisis financiera tras la caída del Muro de Berlín.

Pero al día de hoy ¿qué ocurre? ¿Pasa igual?

La devaluación de México y su impacto en el mundo en 1994/1995 dejó lecciones y consecuencias a niveles teórico (de la ciencia económica), de política económica, arquitectura financiera internacional y política global. Después de todo, supo sembrar la semilla de lo que más tarde sería el G-20 y que la Argentina integraría precisamente por cómo sorteó la crisis del Tequila.

Alejandro Werner, economista de la Universidad de Georgetown, exdirector del FMI y autor de un trabajo que había advertido ya en 1994 los problemas que arrastraba la economía mexicana, señala una lección en el plano teórico-práctico. “Es como dijo Michel Camdessus (N.E.: extitular del FMI): fue la primera crisis del siglo 21 (N.E.: lo mismo dijo Robert Rubin, secretario del Tesoro de EE.UU. de entonces), quien anticipaba que con el desarrollo del mercado de bonos soberanos, las crisis de balanza de pagos tendrían componentes violentos venidos de la cuenta de capital”.

La gestación de aquel engendro financiero partió de lo que tanto Calvo como Werner habían reconocido más tempranamente y que traen como recuerdo las palabras de Buffet: México tenía un tipo de cambio real claramente sobrevaluado, originado por la combinación de la inercia inflacionaria en un plan de estabilización que utilizó el tipo de cambio como ancla nominal. Eso generó tasas de interés reales bajas, un sesgo pro importaciones en el consumo, que junto con un proceso de privatizaciones y liberalización financiera, catapultó un déficit muy grande en la cuenta corriente que tenía que corregirse tarde o temprano con una devaluación y una contracción de la demanda agregada. O sea un programa de ajuste tradicional.

En el plan práctico, vale recordar tres lecciones señaladas por alguien que más tarde sería ministro: Roberto Lavagna.

“Hizo lo que debía hacer -señaló a mediados de 1995, la crisis ya había sido sobrevolada-, aplicó los ajustes que no hizo antes y eso permitió el inicio de un equilibrio en el corto plazo. Pero nada de eso soluciona los problemas de fondo. No quiero ni tiene sentido discutir las medidas de corto plazo. En la crisis hay que hacer cualquier cosa para resolverla”.

“Me aterra que aquí se le da tanta importancia a los elogios que está recibiendo Cavallo en el exterior porque los mercados se dan vuelta en veinticuatro horas. Carlos Salinas de Gortari, expresidente de México, y Pedro Aspe, exministro, pasaron de héroes a villanos. Eran las dos estrellas de los mercados emergentes y se derrumbaron en horas”.

“Los ministros no siempre deciden si se devalúa o no. En México la decisión no la tomó el presidente Ernesto Zedillo sino el mercado. La caída de reservas del Banco Central es el resultado de una decisión del mercado”.

Otra lección fue la política.

Finalmente, otra enseñanza tiene que ver con la plata desembolsada y sus resultados. ¿Vale la pena poner tanto dinero? ¿Cómo se sabe cuánto es necesario y cuál es el límite?

México recibió US$40.000 millones que a precios de hoy serían US$80.000 millones. Pero según reflexionó Rubin en sus memorias, “no existe una respuesta correcta acerca de cuánto dinero es suficiente en esas circunstancias porque restaurar la confianza es algo psicológico que varía de un caso a otro”. Calvo propuso US$20.000 millones.

“Las decisiones no deben ser evaluadas solamente por sus resultados. Aun las mejores decisiones sobre intervenciones conllevan una posibilidad no menor de que fracasen. Pero aun cuando así sea, no quiere decir que la decisión fue equivocada. Es notable cuán poco el público en general entiende el impacto de la globalización financiera en la economía y el rol de EE.UU. en el mundo”.

“Ustedes salvaron a América Latina”, le dijo Ricardo Hausmann, economista jefe del BID, al viceministro de Economía Juan José Llach en 1995, por la reacción que había mostrado el equipo económico luego de la devaluación del peso mexicano en diciembre de 1994.

Argentina reaccionó. Se quedó sin crédito (efecto sudden stop de Guillermo Calvo) porque los extranjeros y los propios argentinos se habían asustado. El contagio sobrevino y hubo que actuar. El FMI y Cavallo firmaron un paquete por US$11.000 millones.

Aquella vez salió bien. Pero la historia se repetiría años más tarde y quizá, como dijo Buffet, las personas no aprendieron de esta historia.

QUÉ FUE EL EFECTO TEQUILA

A principios de 1994 el Banco Central de México perdió US$10.000 millones de reservas, la bolsa cayó 30% y las tasas de interés subieron más de 700 puntos básicos.La situación estalló cuando en diciembre el peso mexicano subrió una fuerte devaluación: el dólar subió 114% en dos meses. El impacto significó caída de bancos en México y, pronto, en la Argentina. El fenómeno se trasladó a América Latina y pronto se conoció como Efecto Tequila.La Argentina tenía un tipo de cambio fijo (Convertibilidad) y rápidamente el mercado empezó a dudar que el país sufriera el mismo traspié. La Bolsa de Buenos Aires cayó 11% los últimos diez días de diciembre.Domingo Cavallo, que estaba de vacaciones en el Caribe en diciembre de 1994, viajó directo a EE.UU. y empezaría allí un raid por los principales bancos.Estados Unidos implementó un paquete de ayuda para México de US$ 25.000 millones. El FMI anunció un acuerdo para la Argentina de US$ 11.000 millones.

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